lunes, 4 de diciembre de 2006

Juan malebran / Bolivian chic

Bolivian Chic


A la familia Berkhan Almanza, a los chicos y a Katthy



I

Harto de tanta lengua borracha desparramando cizaña a diestra y siniestra, en mugrosos bares alternos para “darky toons”. Harto de uno que otro patético suicida que nunca se mata y de las siempre saturadoras experiencias sentimentales con las mismas empolvadas post-modernas de siempre. Agarré mi mochila y crucé la frontera (Chungará 8:15 a.m.) en un trans-paraíso con baño en desuso y choferes con sueño y llegué a Quillacollo 18 horas más tarde, un viernes con lluvia, cuando las charcas en las calles incapaces de reflejar nada, serían al día siguiente hervideros de renacuajos que el sol se encargaría de volver pellejos.
(Ya te quisiera ver principito valiente, de parrilla en parrilla tragando tripas de llama o codo a codo en la hora “pic” del mercado Cochabambino pidiendo a gritos tu caldo de cogote de pollo, entre decenas de obreros con olor a sobaco)
Un amanecer carnavalesco, con fetos saliendo del cole, lanzando bombas de agua, a cuanto distraído transeúnte encontraran a su paso. Una banda sonora compuesta por ruidosos motores y bocinas y mandíbulas batientes de vendedores de jugos en bolsa ambulantes. Un aire que se respira despreocupado del presuntuoso arribismo que nos ahoga. Por que claro, tu escuchas: “Bolivia” y como vives convencido que vives en un país en desarrollo, te ríes, producto de tu insipidez.
Un entrar y salir de casas y locales con la sensación de querer volver apenas te marches.



II

La verdad es que ya no recuerdo cuando llegué al Chapare, al pinche trópico boliviano con todo su calor sofocante y su amenaza de dengue y de fiebre amarilla, ni cuantas veces me vi sudando debajo de una palmera con una botella de agua caliente y mi cara de citadino imbècil.
Una maravilla cariño! jamás comprenderemos el horrible chirrear de los pájaros, ni las espantosas muecas de los monos despiojándose sobre los árboles.
(A la humedad de las habitaciones, principito, y al aroma pestilente de tu ropa, debes sumar el enfermizo girar del ventilador y el aleteo hematófago de multicolores bichos que nada más quieren encajarte un mordisco y una seguidilla de duchazos fríos durante toda la noche y la lluvia y el estrepitoso caer de los rayos y las miradas de reojo cuando pasas y te instalas y pides paceña o taquiña o una popular fría por uno cincuenta)

III

A Santa Cruz de la Sierra: La vanidosa, llegué en compañía, a eso de las seis de la tarde, luego de haber ido de pueblo en pueblo, saltando de auto en auto y me alojé en la 7 de mayo, con baño compartido por veinticinco bolivianos.
La cara despectiva del país, que inevitablemente te recuerda al más horroroso chile. La ciudad mito, construida en círculos. Un fetiche para el juerguista que cada noche, gusta irse de copas perfumado, en busca de alguna nena que quiera degustar el sabor frambuesa de su condón.
(Principito, esta si que es para tí, yo me largo, de Bolivia me interesa la otra cara)

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